12/17/2007

Día trece.

Odette, no soy digno de que entres a mi mundo, pero una palabra tuya bastará para habitarlo.

12/16/2007

Día doce.

Todos hemos cambiado. Usted, Odette, ahora eres usted; y nada tiene que ver la formalidad con aquel respeto de complicidad que nos unía como la cinta adhesiva adherida contra sí misma. Esa bonita mentira que me permitía ser un solitario frente a la adversidad del colectivismo aguardiente que me quemaba más de los ojos o las palmas de mis manos contra otras. He cambiado y ahora mi soledad es una ilusión a la que vuelvo como si se tratara de una caverna oscura donde enciendo una fogata para calentarme un poco y mirar en las últimas cenizas tus ojos o en los leños enrojecidos tus piernas que nunca vi ni me calentaron. Sinceramente, nunca me interesó aquello.

He cambiado, lo sabemos, usted y yo; aunque la inoportuna tristeza me deshidrate y todavía sueñe con blancos aeroplanos que te devuelven a Lima. O con trasatlánticas cartas pesadas. Y cada palabra una tonelada. Y cada letra cien kilos. Y la guardo en el bolsillo y si me vieras caminar por la ciudad.

¿En qué me he convertido? En un escombro de edificio blanco, caliente aún por los deslizamientos. ¿En qué hubieras querido que me convirtiera? En un número intacto, inalcanzable e inédito, al que nadie haya llegado nunca en voz alta antes de dormir. ¿Qué me dio usted, Odette? Una melancolía extranjera con perfume a calefacción de Boeing y llantas quemadas en pista de aterrizaje, equipajes apresurados, pasaporte infantil y bandera flameante de embajada. A veces, la intermitente felicidad que producen mujeres con sombras parecidas a la que te acompaña hoy, quién sabe dónde. ¿Qué más? Me diste jueves, mesa, cigarrillos, ceniceros y agua. Talvez una tarde, un tiempo lento y este diario.

¿Dónde está, Odette? ¿Quién es usted? Imagino que te cubre una sábana blanca de hotel, donde haces tu vida. ¿Dónde haces tu vida? ¿Quién hace su vida? Imagino que te cubre una sábana blanca de hotel, donde hacen tu vida. Así como tú haces la mía, porque tienes la culpa, aunque yo la asuma y vaya preso a esa carceleta diaria de semáforo, poste y avenida.

He regresado, como siempre volveré. Nada te debería sorprender de mí. No es un acontecimiento que aún te espere o que dilate la vana esperanza de alcanzarte en ese viaje espacial. Alcanzarte, colisionar. Estrellarnos, sí, nada mejor que eso para un reencuentro luego de tantos años de espera.

¿Sabes qué significa volver? No, claro que no sabes. Nadie sabe el significado de nada hasta que no lo hace. Yo te diré, que siempre vuelvo, cuál es, para mí, el significado de esa palabra. Volver, Odette, es una forma de reinventarse sin lujos convenientes para el destino. Vaya a saber uno qué significa destino.

Día once.